lunes, 3 de diciembre de 2018

El Trabajo y la Familia


En la catequesis de este mes reflexionamos sobre el trabajo y la familia.
El trabajo es necesario para mantener a la familia, criar a los hijos y asegurar una vida digna a los seres queridos. De una persona seria, honrada, lo más hermoso que se puede decir es: «es un trabajador», se trata de alguien que trabaja, que en la comunidad no vive a expensas de los demás.

El trabajo, en todas sus formas, comenzando por la labor del ama de casa, se ocupa del bien común, y es en la familia donde se aprende a trabajar, con el ejemplo de los padres: papá y mamá que trabajan por el bien de la familia y de la sociedad.

La Sagrada Familia de Nazaret se presenta como una familia de trabajadores y Jesús mismo era conocido como el “hijo del carpintero” o incluso “el carpintero”. San Pablo, decía a los cristianos: "el que no quiera trabajar, que no coma" (2 Ts 3,10), refiriéndose específicamente a la falsa espiritualidad de algunos que, de hecho, vivían sobre las espaldas de sus hermanos sin hacer nada (2 Ts 3,11).
Oración y Trabajo deben ir de la mano. La falta de trabajo daña el espíritu, así como la falta de oración daña la actividad práctica, y es por eso que la oración y el trabajo deben estar siempre unidos, en armonía.

El trabajo es algo propio de la persona humana, y expresa su dignidad de ser creada a imagen de Dios. Por ello se dice que el trabajo es sagrado.
Por eso, la gestión del trabajo supone una gran responsabilidad humana y social, que no se puede dejar en manos de unos pocos o del mercado, el trabajo da dignidad a una familia. Tenemos que rezar para que no falte el trabajo en una familia.

El trabajo forma parte del proyecto de Dios Creador, la tierra es confiada al cuidado y al trabajo del hombre, la belleza de la tierra y la dignidad del trabajo fueron hechas para estar unidas. Ambas van juntas: la tierra llega a ser hermosa cuando el hombre la trabaja.
Por el contrario, cuando el trabajo se separa de la alianza de Dios con el hombre y la mujer, cuando se separa de sus cualidades espirituales, provoca el abatimiento del alma, corrompe la vida de la sociedad y la contaminación de su hábitat.

La moderna organización del trabajo muestra a veces una tendencia peligrosa a considerar a la familia como un estorbo, como un peso para la productividad del trabajo. Pero preguntémonos: ¿Qué productividad? ¿Y para quién?".

Cuando la organización del trabajo la tiene como rehén, u obstaculiza su camino, podemos estar seguros que la sociedad humana ha comenzado a trabajar contra sí misma.

Las familias cristianas tienen la gran misión de manifestar los aspectos esenciales de la creación de Dios: la identidad y el vínculo del hombre y la mujer, la generación de los hijos, el trabajo que cuida la tierra y la hace habitable.
Que Dios nos conceda acoger su llamada con alegría y esperanza, la llamada al trabajo para dar dignidad a nosotros mismos y a la propia familia.

Cfr. Audiencia Papa Francisco  19 de agosto del 2015.

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