En la catequesis de este mes
reflexionamos sobre el trabajo y la familia.
El trabajo es necesario para
mantener a la familia, criar a los hijos y asegurar una vida digna a los seres
queridos. De una persona seria, honrada, lo más hermoso que se puede decir es:
«es un trabajador», se trata de alguien que trabaja, que en la comunidad no
vive a expensas de los demás.
El trabajo, en todas sus
formas, comenzando por la labor del ama de casa, se ocupa del bien común, y es
en la familia donde se aprende a trabajar, con el ejemplo de los padres: papá y
mamá que trabajan por el bien de la familia y de la sociedad.
La Sagrada Familia de
Nazaret se presenta como una familia de trabajadores y Jesús mismo era conocido
como el “hijo del carpintero” o incluso “el carpintero”. San Pablo, decía a los
cristianos: "el que no quiera trabajar, que no coma" (2 Ts 3,10),
refiriéndose específicamente a la falsa espiritualidad de algunos que, de
hecho, vivían sobre las espaldas de sus hermanos sin hacer nada (2 Ts 3,11).
Oración y Trabajo deben ir
de la mano. La falta de trabajo daña el espíritu, así como la falta de oración
daña la actividad práctica, y es por eso que la oración y el trabajo deben
estar siempre unidos, en armonía.
El trabajo es algo propio de
la persona humana, y expresa su dignidad de ser creada a imagen de Dios. Por
ello se dice que el trabajo es sagrado.
Por eso, la gestión del
trabajo supone una gran responsabilidad humana y social, que no se puede dejar
en manos de unos pocos o del mercado, el trabajo da dignidad a una familia.
Tenemos que rezar para que no falte el trabajo en una familia.
El trabajo forma parte del
proyecto de Dios Creador, la tierra es confiada al cuidado y al trabajo del
hombre, la belleza de la tierra y la dignidad del trabajo fueron hechas para
estar unidas. Ambas van juntas: la tierra llega a ser hermosa cuando el hombre
la trabaja.
Por el contrario, cuando el
trabajo se separa de la alianza de Dios con el hombre y la mujer, cuando se
separa de sus cualidades espirituales, provoca el abatimiento del alma,
corrompe la vida de la sociedad y la contaminación de su hábitat.
La moderna organización del
trabajo muestra a veces una tendencia peligrosa a considerar a la familia como
un estorbo, como un peso para la productividad del trabajo. Pero preguntémonos:
¿Qué productividad? ¿Y para quién?".
Cuando la organización del
trabajo la tiene como rehén, u obstaculiza su camino, podemos estar seguros que
la sociedad humana ha comenzado a trabajar contra sí misma.
Las familias cristianas
tienen la gran misión de manifestar los aspectos esenciales de la creación de
Dios: la identidad y el vínculo del hombre y la mujer, la generación de los
hijos, el trabajo que cuida la tierra y la hace habitable.
Que Dios nos conceda acoger
su llamada con alegría y esperanza, la llamada al trabajo para dar dignidad a
nosotros mismos y a la propia familia.
Cfr. Audiencia Papa Francisco 19 de agosto del 2015.
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