Este mes iniciamos una serie de
reflexiones acerca de la vulnerabilidad de la familia, de algunas situaciones
que la ponen a prueba, la familia tiene muchos problemas y pasa por situaciones
difíciles, una de estas pruebas es la pobreza.
Hay numerosas familias que
viven en pobreza, en las ciudades y en zonas rurales, a pesar de esta situación
estas familias pobres buscan vivir con dignidad su vida diaria, a menudo
confiando abiertamente en la bendición de Dios. Esta lección, sin embargo no
debe justificar nuestra indiferencia, sino aumentar nuestra vergüenza por el
hecho de que exista tanta pobreza.
Es casi un milagro que, en
medio de la pobreza, la familia siga formándose, e incluso conservando –como
puede- la especial humanidad de sus relaciones.
La economía
actual se ha especializado en gozar del bienestar individual, pero practica
ampliamente la explotación de los vínculos familiares, esto es una
contradicción grave, el intenso trabajo de la familia no se cotiza en dinero,
sin embargo la formación interior de la persona y la circulación social de los
afectos tienen en el trabajo familiar su fundamento, si lo quitamos todo se
viene abajo.
No es sólo cuestión de pan.
Hablamos de trabajo, de educación, de salud. Es importante entender bien esto.
Nos conmueve ver la imagen de niños desnutridos y enfermos en varias partes del
mundo, al mismo tiempo nos conmueve también la mirada resplandeciente de niños
que carecen de todo, cuando muestran con orgullo su lápiz y su cuaderno. ¡Y
cómo miran con amor a sus maestros! Cuando hay miseria los niños
sufren, porque ellos quieren el amor, los vínculos familiares.
Nosotros cristianos debemos
estar cada vez más cerca de las familias que la pobreza pone a prueba. Todos
conocemos a alguien, a un papá o a una mamá sin trabajo…y a una familia que
sufre.
La miseria social golpea a la
familia y en algunas ocasiones la destruye. La falta o la pérdida del trabajo,
inciden con fuerza en la vida familiar, poniendo a prueba las relaciones.
A los factores materiales se suma el daño causado a la familia por modelos familiares, difundidos por los medios de comunicación basados en el consumismo y el culto de la apariencia, que influyen en las clases sociales más pobres e incrementan la disgregación de los vínculos familiares. Cuidemos a las familias, cuidemos los afectos, cuando la pobreza pone a prueba la familia.
A los factores materiales se suma el daño causado a la familia por modelos familiares, difundidos por los medios de comunicación basados en el consumismo y el culto de la apariencia, que influyen en las clases sociales más pobres e incrementan la disgregación de los vínculos familiares. Cuidemos a las familias, cuidemos los afectos, cuando la pobreza pone a prueba la familia.
La Iglesia es madre, y no debe
olvidar este drama de sus hijos. También ella debe ser pobre, para llegar a ser
fecunda y responder a tanta miseria. Una Iglesia pobre es una Iglesia que
practica una sencillez voluntaria en la propia vida.
Oremos intensamente al Señor,
que nos sacuda, para ser protagonistas, para ser cercanos a aquellas familias
que pasan por la prueba de la pobreza y de la miseria, no olvidemos que el
juicio de los necesitados, de los pequeños y los pobres anticipa el juicio de
Dios. (Mt. 25, 31-46).
Cfr. Audiencia del Papa
Francisco 3 de junio del 2015.
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