domingo, 29 de abril de 2018

Familia y Pobreza.


Este mes iniciamos una serie de reflexiones acerca de la vulnerabilidad de la familia, de algunas situaciones que la ponen a prueba, la familia tiene muchos problemas y pasa por situaciones difíciles, una de estas pruebas es la pobreza.


Hay numerosas familias que viven en pobreza, en las ciudades y en zonas rurales, a pesar de esta situación estas familias pobres buscan vivir con dignidad su vida diaria, a menudo confiando abiertamente en la bendición de Dios. Esta lección, sin embargo no debe justificar nuestra indiferencia, sino aumentar nuestra vergüenza por el hecho de que exista tanta pobreza.


Es casi un milagro que, en medio de la pobreza, la familia siga formándose, e incluso conservando –como puede- la especial humanidad de sus relaciones.

La economía actual se ha especializado en gozar del bienestar individual, pero practica ampliamente la explotación de los vínculos familiares, esto es una contradicción grave, el intenso trabajo de la familia no se cotiza en dinero, sin embargo la formación interior de la persona y la circulación social de los afectos tienen en el trabajo familiar su fundamento, si lo quitamos todo se viene abajo.


No es sólo cuestión de pan. Hablamos de trabajo, de educación, de salud. Es importante entender bien esto. Nos conmueve ver la imagen de niños desnutridos y enfermos en varias partes del mundo, al mismo tiempo nos conmueve también la mirada resplandeciente de niños que carecen de todo, cuando muestran con orgullo su lápiz y su cuaderno. ¡Y cómo miran con amor a sus maestros! Cuando hay miseria los niños sufren, porque ellos quieren el amor, los vínculos familiares.

Nosotros cristianos debemos estar cada vez más cerca de las familias que la pobreza pone a prueba. Todos conocemos a alguien, a un papá o a una mamá sin trabajo…y a una familia que sufre.


La miseria social golpea a la familia y en algunas ocasiones la destruye. La falta o la pérdida del trabajo, inciden con fuerza en la vida familiar, poniendo a prueba las relaciones. 

A los factores materiales se suma el daño causado a la familia por modelos familiares, difundidos por los medios de comunicación basados en el consumismo y el culto de la apariencia, que influyen en las clases sociales más pobres e incrementan la disgregación de los vínculos familiares. Cuidemos a las familias, cuidemos los afectos, cuando la pobreza pone a prueba la familia.

La Iglesia es madre, y no debe olvidar este drama de sus hijos. También ella debe ser pobre, para llegar a ser fecunda y responder a tanta miseria. Una Iglesia pobre es una Iglesia que practica una sencillez voluntaria en la propia vida. 


Oremos intensamente al Señor, que nos sacuda, para ser protagonistas, para ser cercanos a aquellas familias que pasan por la prueba de la pobreza y de la miseria, no olvidemos que el juicio de los necesitados, de los pequeños y los pobres anticipa el juicio de Dios. (Mt. 25, 31-46). 

Cfr. Audiencia del Papa Francisco 3 de junio del 2015.



No hay comentarios:

Publicar un comentario