San José, modelo de padre
En este mes continuamos con la reflexión del padre y su importancia en la familia.
San José fue tentado de dejar a María, cuando descubrió que estaba embarazada; pero intervino el ángel del Señor que le reveló el designio de Dios y su misión de padre y José, hombre justo, «acogió a su esposa» (Mt 1, 24) y se convirtió en el padre de la familia de Nazaret.
Al igual que San José; los padres de hoy estamos llamados a estar cercanos, escuchando y acompañando a nuestras esposas y a nuestros hijos.
Consejos del Papa Francisco a los Padres
Padres Cercanos
El padre debe ser cercano a la esposa, para compartir todo, alegrías y dolores, cansancios y esperanzas.
El padre debe ser cercano a los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando tienen ocupaciones, cuando son despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando son pensativos y callados, cuando se lanzan y cuando tienen miedo, cuando dan un paso equivocado y cuando vuelven a encontrar el camino.
Padres pacientes
Cuando nuestros hijos crecen, es inevitable que enfrenten situaciones difíciles y tentaciones en su camino.
Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar desde el fondo del corazón.
La oración del “Padre nuestro”, enseñada por Jesús, es nuestra guía para vivir la paternidad.
Sin la gracia que viene del Padre que está en los cielos, los padres pierden valentía y abandonan el campo.
Los hijos necesitan encontrar un padre que los espera cuando regresan de sus fracasos.
Rigor y firmeza, antes que complicidad y protección.
“Te di un testimonio de rigor y firmeza que tal vez no comprendías, cuando hubieras querido sólo complicidad y protección”.
“Un padre sabe bien lo que cuesta transmitir esta herencia: cuánta cercanía, cuánta dulzura y cuánta firmeza. Pero, cuánto consuelo y cuánta recompensa se recibe cuando los hijos rinden honor a esta herencia. Es una alegría que recompensa toda fatiga, que supera toda incomprensión y cura cada herida”.
Un buen padre no quiere
hijos iguales a sí mismo,
sino hijos sabios y libres.
“Seré feliz cada vez que te vea actuar con sabiduría, y me emocionaré cada vez que te escuche hablar con rectitud”.
“Y para que pudieras ser así (sabio), te enseñé lo que no sabías, corregí errores que no veías. Te hice sentir un afecto profundo y al mismo tiempo discreto”.
“Y para que pudieras ser así (sabio), te enseñé lo que no sabías, corregí errores que no veías. Te hice sentir un afecto profundo y al mismo tiempo discreto”.
(Cf. Papa Francisco, Catequesis de la familia,
4 de febrero del 2015)
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