En este mes reflexionamos acerca de los hijos en la familia.
LOS HIJOS SON UN DON
La alegría de los hijos estremece el corazón de los padres y vuelve a abrir el futuro. Los hijos son la alegría de la familia; NO son una posesión de los padres.
Los hijos son un DON, un regalo. Cada uno es único e irrepetible y al mismo tiempo, está unido a sus raíces. Son diferentes, pero todos hijos. Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque tiene tal o cual cualidad.
LA GRATUIDAD DEL AMOR
La experiencia humana de ser hijo e hija, nos permite descubrir la dimensión más gratuita del amor.
Es la belleza de ser amados ANTES, como el amor de DIOS que siempre nos ama antes, sin haber hecho algo para merecerlo.
En el alma de cada hijo, Dios pone el sello de este amor, que es el fundamento de su dignidad personal, que nada ni nadie podrá destruir.
Dios, Nuestro Padre Celestial, nos deja libres, pero nunca solos. Si nos equivocamos Él continúa siguiéndonos con paciencia, sin disminuir su amor por nosotros.
Él no da pasos atrás en su amor ¡¡jamás!! Va siempre adelante y si es preciso nos espera, porque Él quiere que sus hijos sean intrépidos y den pasos hacia adelante
Los hijos no deben tener miedo al compromiso de construir un mundo nuevo, es justo que deseen que sea mejor al que han recibido, pero deben actuar sin arrogancia y sin presunción.
Hay que reconocer el valor de los hijos, y se debe honrar siempre a los padres.
Una sociedad de hijos que no honran a sus padres es una sociedad sin honor; cuando no se honra a los padres, se pierde el propio honor; existe el riesgo de formar sociedades deprimidas, que ven a los hijos como si fueran un peso y una preocupación.
La procreación de los hijos debe ser responsable como lo enseña la encíclica humanae vitae del beato Pablo VI; pero tener más hijos no puede ser considerada automáticamente una elección irresponsable.
No tener hijos, por considerarlos un estorbo para mis planes, es una elección egoísta.
La vida se rejuvenece y adquiere energías multiplicándose; se enriquece, no se empobrece.
Este vínculo virtuoso entre las generaciones, proviene de Dios mismo, y es garantía de una historia verdaderamente humana.
Que Jesús, el Hijo eterno, convertido en hijo en el tiempo, nos ayude a encontrar el camino de esta experiencia humana tan sencilla y tan grande que es ser hijo.
(Cf. Papa Francisco, Catequesis de la familia,
11 de febrero del 2015)