Este mes, en nuestra catequesis
de la familia, continuamos reflexionando el episodio del niño Jesús perdido y
hallado en el templo.
José y María buscan a Jesús
llenos de angustia. El Evangelio no deshumaniza el corazón del hombre, sino que
respeta y da voz a los sentimientos, cuando lo encuentran es María la que
pregunta:
“Hijo, ¿Por qué nos has hecho
esto? Tu padre y yo te hemos andado buscando llenos de angustia” (Lc 2,48)
El hijo es siempre un hijo y,
como tal, siempre ha de ser llamado, reconocido y amado. A los hijos hay que
preguntarles siempre, nunca hay que acusarlos o condenarlos. María pregunta a
Jesús a nombre propio y de José, lo importante no es si lo hecho está bien o
mal, sino la relación entre ellos, padre y madre e hijo, la paternidad y la
maternidad en relación con los hijos.
El Papa Francisco afirma que
ambos contribuyen de manera distinta a la crianza de los niños. “Respetar la
dignidad de un niño significa afirmar su necesidad y su derecho a tener una
madre y a un padre”. No se trata solo del amor del padre y de la madre por
separado, sino también del amor entre ellos, fuente de la existencia y
fundamento de la familia.
María habla a Jesús y al mismo
tiempo, es intermediaria de José, reafirma la paternidad. El pasaje evangélico
nos hace ver en el padre el signo de la paternidad de Dios.
Sin embargo en nuestros días
estamos viviendo una “sociedad sin padres”, una figura desvanecida de padres
ausentes, si María y José logran relacionarse como madre y padre con Jesús, es
porque en la base está viva su unión conyugal.
La crisis fundamental que las
familias de hoy en día atraviesan es la falta de afecto entre los cónyuges, que
después se extiende a todas las demás esferas. Las personas pasan de una
relación afectiva a otra, creyendo que el amor, como las redes sociales se
puede conectar o desconectar al gusto o incluso bloquearse.
Se ha generado
una “cultura de lo provisorio”, donde todo es descartable, cada uno usa y tira,
gasta y rompe, aprovecha mientras sirva y después, adiós. Esto pasa con los
objetos materiales y se ha trasladado a las relaciones afectivas.
Ante estas
situaciones, la Familia de Nazaret se convierte en un faro que no es ideal,
sino real, porque también ella enfrenta problemas y en los acontecimientos de
su vida nos muestra la alegría del amor que se vive dentro del hogar.
La Sagrada Familia nos muestra
cómo, los acontecimientos críticos de la vida, son una fuente inagotable de
gracia y santificación para el mundo entero.
Cfr. El Evangelio de la Familia Alegría para el Mundo
IX Encuentro Mundial de las Familias
Dublín Irlanda 21-26 de agosto 2018.
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