martes, 23 de abril de 2019

Las Familias a la Luz de la Palabra de Dios


Este mes, en nuestra catequesis de la familia, reflexionamos acerca de cómo la Sagrada Familia celebra y hace viva la Palabra de Dios.

 “Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua”
(Lc 2,41)


Esta frase nos hace tomar conciencia de la profundidad religiosa de la Sagrada Familia de Nazaret. Cada año, precisamente para la fiesta de la Pascua, José y María con Jesús van juntos al templo de Jerusalén para llevar a cabo su acto de fe.

Es una familia que, al hacer memoria del amor salvador de Dios, lo hace vivo y activo en su presente con vistas a un futuro en el que Dios dará plenitud y cumplimiento a su promesa. La peregrinación no es sólo una simple costumbre o una tradición del pueblo.


María y José son tocados por una Palabra que viniendo de lo Alto, de una manera completamente inesperada y sorprendente, les provoca una respuesta de fe. Dios interpela sus corazones, a una respuesta total que marcará toda su vida. Dios comunica a ambos la misma Palabra “No temas” (Lc 1,30; Mt 1,20).

Si María y José con Jesús, emprenden el viaje a Jerusalén, y están bien dispuestos a enfrentar los sacrificios e imprevistos de aquel tiempo, es porque han experimentado y continúan experimentando la Palabra de Dios en sus vidas.

La Sagrada Familia, con sus virtudes,  nos enseña que la Palabra de Dios no es una transmisión de verdades religiosas, ni una catequesis, ni una enseñanza de normas morales para poner en práctica; la Palabra es una relación viva y profunda con Dios que se convierte en historia en la vida de cada familia.


La fe es una experiencia viva y concreta de Dios, pero si esta experiencia no se realiza y no se hace carne entre las paredes de nuestro hogar, entonces, nuestra fe se vuelve un mero acto religioso ritual dentro de las iglesias, con muy poca resonancia en nuestra vida cotidiana.

Es común la queja de que los jóvenes no tienen el deseo de ir a la iglesia, pero esto se debe a que no experimentan la concreción de la Palabra de Dios en el hogar y en la vida diaria.

La Palabra de Dios se hace carne cuando se vive el misterio pascual en la vida familiar, es precisamente la Pascua de Cristo la que da gusto y sabor a la familia, a nuestros hogares. Y la Pascua no es una idea, o una verdad o un anuncio a transmitir a las familias, sino que ya está presente en cada familia desde el día que celebraron el sacramento del matrimonio.


La Palabra de Dios da a cada familia la sabiduría de la vida y la luz necesaria para poder interpretar cada acontecimiento familiar, grande o pequeño, y así gustar el preludio de las Bodas Eternas a las que cada familia ha sido llamada desde siempre.

Cfr.

El Evangelio de la Familia Alegría para el Mundo
IX Encuentro Mundial de las Familias
Dublín Irlanda 21-26 de agosto 2018.

miércoles, 3 de abril de 2019

Las Familias de Hoy Parte II


Este mes, en nuestra catequesis de la familia, continuamos reflexionando el episodio del niño Jesús perdido y hallado en el templo.


José y María buscan a Jesús llenos de angustia. El Evangelio no deshumaniza el corazón del hombre, sino que respeta y da voz a los sentimientos, cuando lo encuentran es María la que pregunta:

“Hijo, ¿Por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos andado buscando llenos de angustia” (Lc 2,48)

El hijo es siempre un hijo y, como tal, siempre ha de ser llamado, reconocido y amado. A los hijos hay que preguntarles siempre, nunca hay que acusarlos o condenarlos. María pregunta a Jesús a nombre propio y de José, lo importante no es si lo hecho está bien o mal, sino la relación entre ellos, padre y madre e hijo, la paternidad y la maternidad en relación con los hijos.

El Papa Francisco afirma que ambos contribuyen de manera distinta a la crianza de los niños. “Respetar la dignidad de un niño significa afirmar su necesidad y su derecho a tener una madre y a un padre”. No se trata solo del amor del padre y de la madre por separado, sino también del amor entre ellos, fuente de la existencia y fundamento de la familia. 


La que habla es María, a nombre de su esposo, porque no podemos negar la singularidad de la relación de la madre con su hijo concebido y llevado en su vientre: es ella la que “acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida” (AL 168)


María habla a Jesús y al mismo tiempo, es intermediaria de José, reafirma la paternidad. El pasaje evangélico nos hace ver en el padre el signo de la paternidad de Dios.

Sin embargo en nuestros días estamos viviendo una “sociedad sin padres”, una figura desvanecida de padres ausentes, si María y José logran relacionarse como madre y padre con Jesús, es porque en la base está viva su unión conyugal.

La crisis fundamental que las familias de hoy en día atraviesan es la falta de afecto entre los cónyuges, que después se extiende a todas las demás esferas. Las personas pasan de una relación afectiva a otra, creyendo que el amor, como las redes sociales se puede conectar o desconectar al gusto o incluso bloquearse.


Se ha generado una “cultura de lo provisorio”, donde todo es descartable, cada uno usa y tira, gasta y rompe, aprovecha mientras sirva y después, adiós. Esto pasa con los objetos materiales y se ha trasladado a las relaciones afectivas.

Ante estas situaciones, la Familia de Nazaret se convierte en un faro que no es ideal, sino real, porque también ella enfrenta problemas y en los acontecimientos de su vida nos muestra la alegría del amor que se vive dentro del hogar.


La Sagrada Familia nos muestra cómo, los acontecimientos críticos de la vida, son una fuente inagotable de gracia y santificación para el mundo entero.

Cfr. El Evangelio de la Familia Alegría para el Mundo

IX Encuentro Mundial de las Familias
Dublín Irlanda 21-26 de agosto 2018.