Este mes, en nuestra catequesis de la familia,
reflexionamos acerca de cómo la Sagrada Familia celebra y hace viva la Palabra
de Dios.
“Sus padres
iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua”
(Lc 2,41)
Esta frase nos hace tomar conciencia de la
profundidad religiosa de la Sagrada Familia de Nazaret. Cada año, precisamente
para la fiesta de la Pascua, José y María con Jesús van juntos al templo de
Jerusalén para llevar a cabo su acto de fe.
Es una familia que, al hacer memoria del amor
salvador de Dios, lo hace vivo y activo en su presente con vistas a un futuro
en el que Dios dará plenitud y cumplimiento a su promesa. La peregrinación no
es sólo una simple costumbre o una tradición del pueblo.
María y José son tocados por una Palabra que
viniendo de lo Alto, de una manera completamente inesperada y sorprendente, les
provoca una respuesta de fe. Dios interpela sus corazones, a una respuesta
total que marcará toda su vida. Dios comunica a ambos la misma Palabra “No
temas” (Lc 1,30; Mt 1,20).
Si María y José con Jesús, emprenden el viaje a
Jerusalén, y están bien dispuestos a enfrentar los sacrificios e imprevistos de
aquel tiempo, es porque han experimentado y continúan experimentando la Palabra
de Dios en sus vidas.
La Sagrada Familia, con sus virtudes, nos enseña que la Palabra de Dios no es una
transmisión de verdades religiosas, ni una catequesis, ni una enseñanza de
normas morales para poner en práctica; la Palabra es una relación viva y
profunda con Dios que se convierte en historia en la vida de cada familia.
La fe es una experiencia viva y concreta de Dios,
pero si esta experiencia no se realiza y no se hace carne entre las paredes de
nuestro hogar, entonces, nuestra fe se vuelve un mero acto religioso ritual
dentro de las iglesias, con muy poca resonancia en nuestra vida cotidiana.
Es común la queja de que los jóvenes no tienen el
deseo de ir a la iglesia, pero esto se debe a que no experimentan la concreción
de la Palabra de Dios en el hogar y en la vida diaria.
La Palabra de Dios se hace carne cuando se vive el
misterio pascual en la vida familiar, es precisamente la Pascua de Cristo la
que da gusto y sabor a la familia, a nuestros hogares. Y la Pascua no es una
idea, o una verdad o un anuncio a transmitir a las familias, sino que ya está
presente en cada familia desde el día que celebraron el sacramento del
matrimonio.
La Palabra de Dios da a cada familia la sabiduría de
la vida y la luz necesaria para poder interpretar cada acontecimiento familiar,
grande o pequeño, y así gustar el preludio de las Bodas Eternas a las que cada
familia ha sido llamada desde siempre.
Cfr.
El Evangelio de la Familia Alegría para el Mundo
IX Encuentro Mundial de las Familias
Dublín Irlanda 21-26 de agosto 2018.