En la catequesis sobre la familia
de este mes, reflexionamos acerca del vínculo entre la familia y la comunidad
cristiana. La Iglesia es una familia espiritual y, la familia, es una pequeña
Iglesia.
La comunidad cristiana es la casa
de quienes creemos en Jesús como fuente de fraternidad entre todos los hombres.
La Iglesia camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y las
mujeres, de los padres y las madres, de los hijos y las hijas: esta es la
historia que cuenta para el Señor.
Los grandes acontecimientos de
las naciones se escriben en los libros de historia. Pero la historia de los
afectos humanos se escribe directamente en el corazón de Dios; y es la historia
que permanece para la eternidad. La familia es donde se inicia la historia de
una vida plena, que terminará con la contemplación de Dios por toda la
eternidad en el cielo.
El Hijo de Dios aprendió la
historia humana por esta vía y la recorrió hasta el final: nació en una familia
y vivió durante treinta años esta experiencia. Después al dejar Nazaret y
comenzar su vida pública, Jesús forma en torno a sí una comunidad, una
asamblea, es decir una con-vocación de personas. Este es el significado de la
palabra Iglesia.
La asamblea de Jesús es una
familia acogedora, no es una secta exclusiva, cerrada: en ella encontramos a
los apóstoles y a los discípulos, pero también a quien tiene hambre y sed, al
extranjero y al perseguido, la pecadora y el publicano, los fariseos y las
multitudes.
Para que esta realidad de la asamblea
de Jesús esté viva en el hoy, es indispensable reavivar la alianza entre la
familia y la comunidad cristiana. La
familia y la parroquia son los dos lugares en los que se realiza esa
comunión de amor, que encuentra su fuente última en Dios mismo.
Una Iglesia de verdad, según el
evangelio, debe tener la forma de una casa acogedora, con las puertas abiertas.
Reforzar el vínculo entre
familia y comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente, se necesita una
fe generosa para volver a encontrar la inteligencia y la valentía para renovar
esta alianza.
Todos tenemos que ser
conscientes que la fe cristiana se juega en el campo abierto de la vida
compartida con todos: la familia y la parroquia tienen que hacer el milagro de
una vida más comunitaria para toda la sociedad.
Cfr.
Audiencia Papa Francisco 9 de septiembre del 2015.
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