miércoles, 3 de octubre de 2018

La Fiesta y los Días de Descanso


Este mes abrimos un pequeño camino de reflexión sobre tres dimensiones en la vida de la familia: la fiesta, el trabajo y la oración.

Iniciamos diciendo que los días de descanso son una invención de Dios,

"El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la obra que había emprendido. Dios bendijo el séptimo día y lo consagró, porque en él cesó de hacer la obra que había creado" (Gn 2,2-3)


Dios mismo nos enseña la importancia de dedicar un tiempo a contemplar y a gozar de lo que en el trabajo se ha hecho bien.

Por tanto, la fiesta o los días de descanso, no es la pereza de estar en el sofá o la emoción de diversiones vacías. La fiesta es sobre todo una mirada amorosa y agradecida por el trabajo bien hecho. Se festeja el trabajo.

Los esposos, en su matrimonio, festejan el trabajo del tiempo de noviazgo, es el tiempo de la fiesta de ver crecer a los hijos, o los nietos, de mirar la casa, los amigos y la comunidad que los rodea.


Puede suceder que esta fiesta llegue en circunstancias difíciles y dolorosas, se celebra quizás con un nudo en la garganta, sin embargo le pedimos a Dios la fuerza para celebrarla.

También en el ambiente del trabajo, sin dejar de lado los deberes, es bueno un toque de fiesta, celebrar un cumpleaños, un matrimonio, un nuevo nacimiento, una despedida o una llegada es importante hacer fiesta. Son momentos de unión que: ¡Nos hacen bien!


El verdadero tiempo de la fiesta interrumpe el trabajo profesional, y es sagrado, porque recuerda al hombre y a la mujer que están hechos a imagen de Dios, que no son esclavos del trabajo, sino señores.

Desafortunadamente hay hombres, mujeres e incluso niños esclavos del trabajo y ¡esto va contra Dios y contra la dignidad de la persona humana!

El tiempo de descanso, sobre todo el del Domingo, está destinado a nosotros, para que podamos gozar de lo que no se produce ni consume, no se compra ni se vende. Sin embargo, vemos que el consumismo y el materialismo quieren comerse también la fiesta, que la reducen a una forma de hacer dinero y gastarlo.


El tiempo de la fiesta y el descanso es sagrado, porque Dios lo habita de una forma especial. La Eucaristía del Domingo lleva a la fiesta toda la gracia de Jesucristo: su presencia, su amor, su sacrificio, su hacerse comunidad, su estar con nosotros… Y así cada realidad recibe su sentido pleno: el trabajo, la familia, las alegrías y las fatigas de cada día, también el sufrimiento y la muerte; todo es transfigurado por la gracia de Cristo.


La vida familiar, vista a través de los ojos de la fe, nos parece mejor que los cansancios que implica. Nos aparece como una obra de arte de sencillez, bella porque no es falsa, sino capaz de incorporar en sí todos los aspectos de la vida verdadera.

La fiesta es un valioso regalo que Dios ha hecho a la familia humana: ¡no la arruinemos!

Cfr. Audiencia Papa Francisco  13 de agosto del 2015.