jueves, 26 de diciembre de 2019

La Cultura de la Esperanza

A menudo, frente a los acontecimientos humanos repentinos, inesperados y sorprendentes en los que no podemos percibir ninguna lógica, ni podemos sacar ningún bien, la reacción del corazón es el rechazo, la rebelión y se llega incluso a la desesperación. No hay ninguna persona en la tierra que pueda decir que su vida se lleva totalmente de acuerdo con los planes y programas deseados.


Vivir se convierte en una eterna lucha para conquistar lo que a uno le parece que se merece. La palabra “esperar” en el lenguaje actual se convierte así en una ambición para alcanzar todo lo que desea el corazón, esperando tener éxito.


Frente a esta lógica preponderante que habita y domina la tierra aparece la figura de María, Ella habiendo vivido el dinamismo de acontecimientos inesperados, inimaginables e incluso a veces no deseados, muestra y enseña a todos el arte de conservar todo lo que sucede en el corazón. Esto significa que todo lo que se vive en la vida no hay que descartarlo, todo lo contrario, todo debe conservarse completamente dentro de uno mismo, para que el significado de todo se aclare con el tiempo y se revele la grandeza del designio de Dios.

No se trata de ninguna manera de afirmar que Dios ya ha establecido lo que ha de ocurrir en la vida de los hombres, esto significaría cancelar la libertad humana. La historia de cada persona es en cambio, la afirmación más grandiosa y extraordinaria de la libertad de la criatura humana, Dios nunca obliga a nadie a hacer algo, ni manipula los asuntos humanos.


El Papa Francisco siempre nos invita a buscar la luz de la Palabra de Dios y nos enseña que la Palabra es esencialmente una compañera de viaje para todos, no excluye a nadie. No hay ninguna situación conyugal y familiar crítica en que la Palabra de Dios no pueda mostrar su cercanía y proximidad. La pregunta fundamental sin embargo es: ¿Qué revela Dios con la luz de su Palabra? La Palabra de Dios nos revela “la meta del camino”, el punto de llegada de nuestro peregrinar por este mundo.


Es precisamente a partir de este único punto de llegada, que todos los acontecimientos humanos de la vida adquieren verdadero gusto y sabor. De este modo, la esperanza significa algo mucho más grande y profundo, en cada acontecimiento individual hay siempre una tensión hacia el verdadero destino último del hombre.


Nuestras familias están llamadas a hacer que, esta verdadera esperanza cristiana se convierta en la cultura del mundo de hoy: todo esto se experimenta, se realiza y se manifiesta sobre todo en la familia, en todas aquellas relaciones fundamentales en las que la experiencia básica del amor nos prepara al Amor eterno de Cristo, el esposo, con quien todos nos reuniremos en la comunión de los santos.