lunes, 10 de junio de 2019

El Gran Sueño de Dios, Parte II, El Amor Nupcial


En nuestra catequesis de la familia, de este mes, reflexionamos sobre el amor entre los esposos.

Jesús nos revela el camino verdadero y concreto del amor. Y el amor tiene su propio lenguaje, su expresión original, su forma de hacerse carne y este es el amor nupcial.


Existen diversos significados de la palabra “amor”: se habla de amor a la patria, de amor a la profesión o al trabajo, de amor entre amigos, entre padres e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Entre todos estos significados destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad irresistible, que hace palidecer a los demás tipos de amor.

Es el amor nupcial entre el hombre y la mujer el que revela la excelencia del amor de Dios realizado en Cristo, el amor nupcial ha sido desde siempre la revelación por excelencia del rostro de Dios.

“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia.” (Ef 5,31-32)

El apóstol San Pablo en esta cita, afirma que Dios al crear a Adán y a Eva para formar una sola carne, ha pensado en el gran misterio de Cristo y la Iglesia. Dios ha mirado este su gran sueño desde el principio de la creación.


Los esposos son por tanto el recuerdo permanente de lo que aconteció en la cruz, son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento del matrimonio los hace partícipes.

Por estas razones el sacramento del matrimonio no puede ser entendido y vivido como un evento social, un rito vacio o el mero signo externo de un compromiso. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos, porque “su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia” (AL 72).


El sacramento no es una cosa o una fuerza, porque en realidad Cristo mismo mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos. Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros.

El matrimonio cristiano es un signo que no sólo, indica cuánto amó Cristo a su Iglesia en la alianza sellada en la cruz, sino que hace presente ese amor en la comunión de los esposos. (AL 73)

El mismo e idéntico amor de Cristo, entregado en la cruz por la Iglesia, es el mismo amor que los esposos se entregan mutuamente.