En nuestra catequesis de la familia,
de este mes, reflexionamos sobre el amor entre los esposos.
Jesús nos revela el camino
verdadero y concreto del amor. Y el amor tiene su propio lenguaje, su expresión
original, su forma de hacerse carne y este es el amor nupcial.
Existen
diversos significados de la palabra “amor”: se habla de amor a la patria, de
amor a la profesión o al trabajo, de amor entre amigos, entre padres e hijos,
entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Entre todos
estos significados destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el
hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma,
y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad irresistible, que
hace palidecer a los demás tipos de amor.
Es
el amor nupcial entre el hombre y la mujer el que revela la excelencia del amor
de Dios realizado en Cristo, el amor nupcial ha sido desde siempre la
revelación por excelencia del rostro de Dios.
“Por
eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos
se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y
la Iglesia.” (Ef 5,31-32)
El
apóstol San Pablo en esta cita, afirma que Dios al crear a Adán y a Eva para
formar una sola carne, ha pensado en el gran misterio de Cristo y la Iglesia.
Dios ha mirado este su gran sueño desde el principio de la creación.
Los
esposos son por tanto el recuerdo permanente de lo que aconteció en la cruz,
son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que
el sacramento del matrimonio los hace partícipes.
Por
estas razones el sacramento del matrimonio no puede ser entendido y vivido como
un evento social, un rito vacio o el mero signo externo de un compromiso. El
sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos,
porque “su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo
sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia” (AL 72).
El
sacramento no es una cosa o una fuerza, porque en realidad Cristo mismo
mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos
cristianos. Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz,
de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos
las cargas de los otros.
El
matrimonio cristiano es un signo que no sólo, indica cuánto amó Cristo a su
Iglesia en la alianza sellada en la cruz, sino que hace presente ese amor en la
comunión de los esposos. (AL 73)
El
mismo e idéntico amor de Cristo, entregado en la cruz por la Iglesia, es el
mismo amor que los esposos se entregan mutuamente.