martes, 26 de junio de 2018

El Duelo en la Familia


En este mes reflexionamos sobre el duelo, en la vida de nuestras familias. 


La muerte es una experiencia que toca a todas las familias sin excepción. Forma parte de la vida. Sin embargo, cuando toca los afectos familiares, la muerte nunca nos parece natural. 

Para los padres, la pérdida de un hijo o una hija es algo especialmente doloroso, es como si se detuviera el tiempo, se abre un abismo que se lleva el pasado y el futuro. 

Algo similar sufre también el niño que queda solo, por la pérdida de uno de los padres, o de los dos. La pregunta, “¿Dónde está papá? ¿Dónde está mamá?, expresa la angustia en el corazón del niño, que queda solo. 


En estos casos, la muerte es como un agujero negro que se abre en la vida de las familias y, al cual, no sabemos dar explicación alguna. Y a veces se llega incluso a culpar a Dios. 

En la experiencia familiar del luto, no se debe negar el derecho al llanto –tenemos que llorar en el luto. También Jesús se echó a llorar y se conmovió en su espíritu por el grave luto de una familia que amaba (Cf. Jn 11, 33-37) 


Las familias dan un testimonio sencillo y fuerte cuando perciben, ante el durísimo paso de la muerte, también el seguro paso del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de resurrección de los muertos. 

En el pueblo de Dios, con la gracia divina, muchas familias demuestran con los hechos que la muerte no tiene la última palabra. La familia en el luto, encuentra la fuerza de custodiar la fe y el amor que nos unen a quienes amamos. 

La oscuridad de la muerte se debe afrontar con un trabajo de amor más intenso. 

En la luz de la Resurrección del Señor, nosotros podemos quitar a la muerte su “aguijón”; podemos impedir que envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro. 


En esta fe, podemos consolarnos unos a otros, sabiendo que el Señor venció a la muerte una vez para siempre. Nuestros seres queridos no han desaparecido en la nada. La esperanza nos asegura que están en las manos de Dios. 

El amor es más grande que la muerte; el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido. 


Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una solidaridad de los vínculos familiares, puede hacerlos más fuertes, con una nueva apertura al dolor de las demás familias, con una nueva fraternidad familiar que nace y renace en la esperanza de nuestra fe. 

Cfr. Audiencia Papa Francisco 17 de junio del 2015.