viernes, 29 de diciembre de 2017

El Matrimonio 2ª parte

Iniciamos este nuevo año, y en nuestra catequesis de la familia de este mes reflexionamos sobre la belleza del matrimonio cristiano. 


El matrimonio no es solo una ceremonia que se hace en la iglesia, con las flores, el vestido, las fotos…El matrimonio cristiano es un sacramento, donde los novios al expresar su consentimiento de unirse ante Dios, dan inicio a una nueva comunidad familiar.


Inspirado por el Espíritu Santo, San Pablo afirma que el amor entre los cónyuges es imagen del amor entre Cristo y la Iglesia (Ef 5, 32). Una dignidad impensable. Pero en realidad está inscrita  en el designio creador de Dios y con la gracia de Cristo, innumerables parejas cristianas, incluso con sus límites y sus pecados la hacen realidad.

San Pablo al hablar de la vida nueva en Cristo nos dice que: todos los cristianos estamos  llamados a amar como Cristo nos amó, es decir “sumisos unos a  otros” (Ef 5,21), lo que significa estar al servicio unos de otros. Aquí San Pablo introduce la analogía entre la pareja marido-mujer y Cristo-Iglesia.

El marido –dice San Pablo- debe amar a la mujer como cuerpo suyo (Ef 5,28)  amarla como  Cristo  “amó a su iglesia y se entregó a sí mismo por ella”. Esta es la entrega total y absoluta que se le pide al hombre por el amor y la dignidad de la mujer, siguiendo el ejemplo de Cristo. Esta semilla de novedad evangélica, restablece el original plan de Dios en la reciprocidad de la pareja,  en  la entrega y el respeto.


El sacramento del matrimonio es un gran acto de fe y de amor. Es testimonio de la valentía de creer en la belleza del acto creador de Dios y de vivir ese amor que impulsa a ir cada vez más allá, más allá de sí mismo y también más allá  de la  familia misma.  Amar sin reservas y sin medida, con la gracia de Cristo es la base del consentimiento que constituye el matrimonio.


La decisión de “casarse en el Señor”, le da al matrimonio cristiano una dimensión misionera, que significa tener en  el corazón  la disponibilidad de ser intermediarios de la bendición y de la gracia de Dios para todos. Esta es la manera en que los esposos cristianos participan en la misión de la Iglesia.


La celebración del sacramento del matrimonio, implica la corresponsabilidad de la vida familiar y la misión de amor de la Iglesia. La vida de la Iglesia se edifica con sus logros y sufre con sus fracasos, se enriquece con la belleza de la alianza esponsal, así como se empobrece  cada vez que la misma se ve desfigurada. La Iglesia para ofrecer los dones de la fe, la esperanza y el amor, necesita de la valiente fidelidad de los esposos a la gracia de su sacramento.

El camino de los matrimonios y las familias esta marcado para siempre, es el camino del amor: se ama como ama Dios, para siempre. Cristo no cesa de cuidar a la iglesia: la ama siempre, la cuida siempre. Cristo no cesa de quitar del rostro humano las manchas y las arrugas de todo tipo.

Es conmovedora y muy bella esta irradiación  de la fuerza y la ternura de Dios que se trasmite de pareja a pareja de familia a familia. San Pablo tiene razón este es un “gran misterio”. Hombres y mujeres valientes para llevar este tesoro en “vasijas de barro”, el matrimonio cristiano es un recurso esencial para la iglesia y para todo el mundo.



Cfr. Audiencia del Papa Francisco 6 de mayo del 2015