martes, 31 de octubre de 2017

Hombre-Mujer 2ª parte

En este mes nuestra reflexión de la familia está dedicada a las realidades de la relación entre hombre y mujer.



En el segundo relato de la creación leemos: “el señor después de crear el cielo y la tierra, modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo” (Gen 2,7).

Es el culmen de la creación. Dios observa al hombre solo - le falta algo -, sin la mujer, el hombre es libre, es señor… pero no hay plenitud.   Y Dios ve que esto “no es bueno” y añade: “voy a hacerle a alguien como él, que le ayude”  (Gen 2,18).

Cuando Dios le presenta a la mujer, el hombre se llena de alegría por esa criatura, solo ella es parte de él: “es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gen 2,23). La mujer no es una “réplica” del hombre; viene directamente del gesto creador de Dios.



La imagen de haber  sido creada de la costilla del hombre, no expresa inferioridad o subordinación; sino que ambos están hechos para la comunión y la reciprocidad.  Dios plasma a la mujer mientras el hombre duerme, destacando que la mujer  no es de ninguna manera creatura del hombre, sino de Dios.



La confianza de Dios en el hombre y en la mujer, a quienes confía la tierra, es generosa, directa y plena, se fía de ellos.  Pero el maligno introduce sospecha,   incredulidad, desconfianza. Caen en ese delirio de omnipotencia que contamina todo y destruye la armonía.

El pecado genera  desconfianza y división entre  el hombre y la mujer. Su relación se ve  asechada por mil formas de abuso y sometimiento, seducción engañosa y prepotencia humillante; los excesos negativos de las culturas patriarcales, las múltiples formas de machismo, donde la mujer es considerada de segunda clase, la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en los medios de comunicación.

En nuestros días existe una epidemia de desconfianza, escepticismo e incluso hostilidad con respecto a la alianza entre hombre y mujer, no se cree posible que sea una relación capaz de vivir la intima comunión y al mismo tiempo custodiar la dignidad de la diferencia.

La desvalorización social de la alianza entre el hombre y la mujer es ciertamente una perdida para todos. ¡Tenemos que volver a dar el honor debido al matrimonio y a la familia! Cuando el hombre y la mujer se encuentran, el hombre debe dejar algo para que este encuentro sea pleno –Por ello el hombre dejara a su padre y a su madre para ir con ella- esto significa comenzar un nuevo camino.



El hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre. La custodia de esta alianza del hombre y la mujer para nosotros los creyentes es una vocación comprometedora y apasionante.



En la parte final del relato de la creación  se nos entrega un ícono bellísimo “el Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer y los vistió” (Gen 3,21) es una imagen de ternura hacia esa pareja pecadora, la ternura de Dios hacia el hombre y la mujer. Es una imagen de cuidado paternal  hacia la pareja humana. Dios mismo cuida y protege su obra maestra.

(Cfr. Catequesis Papa Francisco 22 de abril de 2015)