martes, 26 de septiembre de 2017

Hombre-Mujer 1ª parte

En este mes nuestra reflexión de la familia está dedicada al gran don que Dios hizo a la humanidad con la creación del hombre y la mujer, la diferencia y la complementariedad entre ambos.


El hombre y la mujer están en el vértice de la creación, como nos lo dice el Génesis  “A imagen de Dios lo creó: varón y mujer los creó” (Gen 1, 27) 

La diferencia sexual está presente en los seres vivos. Pero sólo en el hombre y la mujer esa diferencia lleva en sí la imagen y semejanza de Dios, no solo de manera individual, hombre y mujer son imagen y semejanza de Dios, sino también como pareja, son imagen de Dios.

La diferencia entre hombre y mujer no es por ser contrarios, opuestos o subordinados, sino para que juntos se complementen, para la comunión y generación, siempre a imagen y semejanza de Dios.


El ser humano para conocerse bien y crecer armónicamente necesita de la reciprocidad entre hombre y mujer, estamos hechos para escucharnos y ayudarnos mutuamente, la relación hombre-mujer debe llevar al enriquecimiento reciproco, en el pensamiento, la acción, los afectos, el trabajo e incluso en la fe. Solo así comprenderemos lo que significa ser hombre y mujer.


La cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas libertades y nuevas profundidades para el enriquecimiento de la comprensión de esta diferencia entre hombre y mujer. Pero ha introducido también muchas dudas   y  escepticismo, En este contexto surge la llamada “Ideología de género”, expresión de una resignación orientada a cancelar la diferencia sexual, porque no se confronta con la misma. Tratar de ignorar la diferencia entre hombre y mujer es el problema, no la solución.

Para resolver sus problemas de relación, el hombre y la mujer deben en cambio hablar más entre ellos  escucharse más, conocerse más, quererse más. Tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con estas bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la unión matrimonial y familiar para toda la vida.


Dios ha confiado la tierra a la alianza del hombre y la mujer,  su fracaso aridece el mundo de los afectos y oscurece el cielo de la esperanza.

Necesitamos hacer mucho más en favor de la mujer, si queremos volver a dar más fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres. Es necesario que la mujer sea escuchada, que su voz tenga un peso real, una autoridad reconocida en la sociedad y en la iglesia. Así como Jesús consideró a la mujer, en un tiempo en que ocupaba el segundo lugar.

Jesús la trato en forma de una luz potente, capaz de iluminar el camino que recorremos, viendo las cosas con otros ojos que complementan el pensamiento de los hombres.

La comunión con Dios se refleja en la comunión de la pareja humana, necesitamos redescubrir la belleza del designio creador que inscribe la imagen de Dios en la alianza entre el hombre  y la mujer.



 (cfr. Audiencia Papa Francisco del 15 de abril de 2015).