En este mes nuestra reflexión
de la familia está dedicada al gran don que Dios hizo a la humanidad con la
creación del hombre y la mujer, la diferencia y la complementariedad entre
ambos.
El
hombre y la mujer están en el vértice de la creación, como nos lo dice el
Génesis “A imagen de Dios lo creó: varón y mujer los creó” (Gen 1, 27)
La diferencia sexual está
presente en los seres vivos. Pero sólo en el hombre y la mujer esa diferencia lleva
en sí la imagen y semejanza de Dios, no solo de manera individual, hombre y
mujer son imagen y semejanza de Dios, sino también como pareja, son imagen de
Dios.
La diferencia entre hombre y
mujer no es por ser contrarios, opuestos o subordinados, sino para que juntos
se complementen, para la comunión y generación, siempre a imagen y semejanza de
Dios.
El ser humano para conocerse
bien y crecer armónicamente necesita de la reciprocidad entre hombre y mujer,
estamos hechos para escucharnos y ayudarnos mutuamente, la relación
hombre-mujer debe llevar al enriquecimiento reciproco, en el pensamiento, la
acción, los afectos, el trabajo e incluso en la fe. Solo así comprenderemos lo
que significa ser hombre y mujer.
La
cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas libertades y
nuevas profundidades para el enriquecimiento de la comprensión de esta
diferencia entre hombre y mujer. Pero ha introducido también muchas dudas y escepticismo,
En este contexto surge la llamada “Ideología
de género”, expresión de una resignación orientada a cancelar la diferencia
sexual, porque no se confronta con la misma. Tratar de ignorar la diferencia
entre hombre y mujer es el problema, no la solución.
Para
resolver sus problemas de relación, el hombre y la mujer deben en cambio hablar
más entre ellos escucharse más,
conocerse más, quererse más. Tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con
estas bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la
unión matrimonial y familiar para toda la vida.
Dios
ha confiado la tierra a la alianza del hombre y la mujer, su fracaso aridece el mundo de los afectos y
oscurece el cielo de la esperanza.
Necesitamos
hacer mucho más en favor de la mujer, si queremos volver a dar más fuerza a la
reciprocidad entre hombres y mujeres. Es necesario que la mujer sea escuchada,
que su voz tenga un peso real, una autoridad reconocida en la sociedad y en la
iglesia. Así como Jesús consideró a la mujer, en un tiempo en que ocupaba el
segundo lugar.
Jesús
la trato en forma de una luz potente, capaz de iluminar el camino que
recorremos, viendo las cosas con otros ojos que complementan el pensamiento de
los hombres.
La
comunión con Dios se refleja en la comunión de la pareja humana, necesitamos
redescubrir la belleza del designio creador que inscribe la imagen de Dios en
la alianza entre el hombre y la mujer.
(cfr. Audiencia Papa Francisco del 15 de abril
de 2015).