lunes, 28 de agosto de 2017

Los Niños 2ª parte

Este mes completamos la reflexión sobre los niños, que son el fruto más bonito de la bendición que el creador ha dado al hombre y la mujer.

Hoy lamentablemente debemos hablar de las “historias difíciles” que viven muchos de ellos.

Numerosos niños desde el inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro.



Algunos se atreven a decir, casi para justificarse, que fue un error que vinieran al  mundo. ¡Esto es vergonzoso! no descarguemos sobre nuestros niños  nuestras culpas.

Los niños nunca son “un error”. Su hambre no es un error,  como no lo es su pobreza, su fragilidad, su abandono –tantos niños abandonados en las calles-  y no lo es tampoco su ignorancia y su incapacidad.



Si acaso estos son motivos para amarlos más, con mayor generosidad. ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones sobre los derechos de los niños?

Quienes tienen  la tarea de gobernar, de educar y todos los adultos… somos responsables de los niños y de hacer cambiar esta situación.  Cada niño marginado, abandonado que vive mendigando es un grito que se eleva a Dios y que acusa al sistema que nosotros adultos hemos construido.

Muchos de estos niños son presa fácil de los delincuentes que los explotan.

Pero también hay niños que están  en familia y viven  crisis  que los marcan de forma significativa por los vacios educativos y malas condiciones de vida. Son infancias violadas en el cuerpo y el alma.

Sobre los niños caen las consecuencias de una vida desgastada por trabajos precarios y mal pagados, por horarios extenuantes, por transportes ineficientes, los niños también pagan el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables.



¡Pero a ninguno de estos niños los olvida el Padre que está en los cielos! ¡Ninguna de sus lágrimas se pierde! como tampoco se pierde la responsabilidad social de las personas, de cada uno de nosotros y de los países.

La narración del Evangelio es conmovedora; “Entonces le presentaron unos niños a Jesús, para que les impusiera las manos y orara, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: “déjenlos, no impidan que los niños se acerquen a mí;   de los que son como ellos es el reino de los cielos”  (Mt 19, 13-15)

Qué bueno es ver la confianza de los padres para que sus hijos se acerquen  a Jesús y la respuesta de Él para con los pequeños.   Cómo desearía que esta fuera la historia de todos los niños.

Hay niños con graves dificultades de salud y con  unos padres dispuestos a todo tipo de sacrificios y  generosidad, estos padres no deben  ser dejados solos, será muy bueno acompañarlos en sus fatigas.

En esta época como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y sus familias. A los padres y a los hijos de este mundo nuestro les da la bendición de Dios, la ternura maternal, la reprensión firme y la condena determinada.  Con los niños no se juega.



Es verdad que no somos perfectos y cometemos muchos errores, pero cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso para evitar  que los niños  sean  abandonados a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres.

El Señor juzga nuestra vida escuchando lo que le refieren los ángeles de los niños, ángeles “que están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre  Celestial” (Mt 18,10). Preguntémonos siempre ¿qué le contarán  a Dios de nosotros esos ángeles de los niños?




(cf. Catequesis Papa Francisco,   8 de abril de 2015)