En
la catequesis de este mes reflexionamos acerca de los niños. En verdad los niños son un gran don para
la humanidad, pero a veces son también los grandes excluidos, porque no se les
deja ni siquiera nacer.
Por
la forma en que son tratados los niños se puede juzgar a la sociedad, no solo
moralmente, sino que este trato refleja si esta es una sociedad libre o es
esclava de intereses internacionales.
Los
niños nos recuerdan que en los primeros años todos hemos sido dependientes de
los cuidados y de la benevolencia de los demás. Y el hijo de Dios no se ahorró
este paso. Belén nos comunica esta
realidad del modo más sencillo y directo.
Dios
no tiene dificultad para hacerse
entender por los niños y los niños no tienen problema para comprender a Dios.
En
el evangelio hay palabras bonitas y
fuertes de Jesús sobre los “pequeños”. Este término de
pequeño se refiere a toda persona
que depende de la ayuda de los demás y en especial los niños. Jesús dice: “te
doy gracias Padre Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños (mt 11,25)
Jesús invita a sus discípulos hacerse como niños para entrar al reino de los
cielos (mt 18,3).
Los
niños son una riqueza para la humanidad y para la iglesia, nos remiten constantemente a la condición
necesaria para entrar al reino de dios;
no considerarnos autosuficientes, sino necesitados de ayuda, amor y perdón.
Los
niños nos recuerdan otra cosa hermosa, que siempre somos hijos, incluso cuando llegamos
a la edad adulta o de ancianidad, aún
ocupando un sitio de responsabilidad, o
siendo padres, permanece la identidad de hijo. Los niños nos recuerdan que la
vida no nos pertenece que es siempre un don y un regalo de Dios.
La
mirada de los niños es pura no está contaminada por la malicia, aun con el
pecado original, conservan una sencillez interior, tienen la capacidad de
recibir y dar ternura.
Ternura
es tener un corazón de carne y no de
piedra. Ternura es poesía: es “sentir” las cosas y los acontecimientos.
Los
niños tienen la capacidad de sonreír y llorar de manera espontánea, algo que
nosotros los grandes a menudo hemos bloqueado, en ocasiones sonreímos
artificialmente y no nos permitimos llorar, preguntémonos; ¿sonrío
espontáneamente, con naturalidad, con amor, o mi sonrisa es artificial?
Los
niños traen vida, alegría, esperanza, incluso
complicaciones. Pero la vida es así. Ciertamente causan también
preocupaciones y a veces muchos
problemas, pero es mejor una sociedad
con estas preocupaciones y estos problemas, que una sociedad triste y gris porque se ha quedado
sin niños.
(Papa
francisco: 18 de marzo 2015)