domingo, 28 de mayo de 2017

Los Abuelos 1ª parte

Este mes reflexionamos sobre la problemática condición actual de los ancianos, que en el ámbito de nuestras familias son los abuelos, los tíos y personas de la tercera edad que nos rodean.

Gracias al progreso de la medicina la vida se ha alargado; pero la sociedad no se ha “abierto” a la vida



Los ancianos se multiplican día con día, y es necesario darles espacios adecuados, con pleno respeto a su fragilidad y dignidad, pero cuando somos jóvenes, somos propensos a ignorar la vejez y a nuestros ancianos, queremos mantenernos alejados de la vejez como de una enfermedad.



En nuestra civilización actual parece que no hay sitio para los ancianos, es una sociedad programada  a partir de la eficiencia, que como consecuencia, ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza que no se puede ignorar. 

La atención a los ancianos habla de la calidad de una sociedad.  En una civilización  en la que no hay sitio para los ancianos o se les descarta porque crean problemas, es una sociedad que lleva consigo el virus de la muerte.

El siglo actual es el "siglo del envejecimiento", los hijos disminuyen y los ancianos aumentan; sin embargo en una cultura de la ganancia se insiste en ver a los ancianos como un peso, un estorbo como seres que no producen.

Hay algo de cobardía en habituarse a la cultura del descarte. Queremos borrar nuestro miedo a la debilidad y a la vulnerabilidad;  pero actuando así aumentamos en los ancianos la angustia de la no aceptación  y el abandono. 

Los ancianos son la reserva de sabiduría de nuestros pueblos, ¡Con cuanta facilidad se deja dormir la conciencia, cuando no hay amor!  Solo el amor nos puede salvar.  Ignorar a nuestros ancianos, dejarlos a su suerte, visitarlos  solo de vez en cuando, nos advierte el Papa Francisco, es un pecado mortal.



La Iglesia siempre ha sostenido una cultura de cercanía a los ancianos, un estar dispuestos al acompañamiento afectuoso y solidario en esta parte final de la vida, como descubrimos en la Sagrada Escritura.

“No desprecies los discursos de los ancianos que también ellos aprendieron de sus padres; porque de ellos aprenderás inteligencia y a responder cuando sea necesario” (Sir 8,9) 



La iglesia no puede y no quiere conformarse a una mentalidad de intolerancia y mucho menos de indiferencia y desprecio, respecto a la vejez. Debemos despertar el sentido  colectivo de gratitud, aprecio, hospitalidad que hagan sentir al anciano parte viva de su comunidad.



Los ancianos somos nosotros dentro de poco o de mucho, inevitablemente.  Enseñemos a tratar bien a los ancianos, como tú trates serás tratado.  Una comunidad cristiana en la que proximidad y gratuidad ya no sean consideradas indispensables, perderá inevitablemente el sentido y el alma.

Donde no hay consideración hacia los ancianos, no hay futuro para los jóvenes.

(cf. Catequesis Papa Francisco   4 de marzo de 2015)