El vínculo fraterno tiene un sitio especial en la
historia del Pueblo de Dios. Jesús asume
esta experiencia y la lleva a su
plenitud para que vaya más allá de los vínculos del parentesco.
Cuando
la relación fraterna se daña
Cuando se arruina la relación entre
hermanos, se abre el camino hacia experiencias dolorosas de conflicto, de
traición, de odio.
El relato bíblico de Caín y Abel constituye un ejemplo de esto. Después del asesinato de Abel, Dios pregunta a Caín ¿dónde está tu
hermano Abel?, es una pregunta que el señor sigue repitiendo en cada
generación. No cesa de repetirse también la dramática respuesta de Caín: no sé,
¿soy yo el guardián de mi hermano? la ruptura del vínculo entre hermanos es feo
y malo para la humanidad. Incluso en la familia muchas veces se riñe por
pequeñas cosas o por herencias y los hermanos no se hablan más, no se saludan
más.
La historia ha constatado que la
libertad y la igualdad sin fraternidad puede llenarse de individualidad,
incluso de interés personal.
Unidad
y Fraternidad
En la familia, entre hermanos se aprende la convivencia humana, como se
debe convivir en sociedad. La unidad que
se forma entre los hijos dentro del seno familiar nutrido en el afecto y
en cuánto es abierta a los demás, es
escuela de libertad y paz. Es
precisamente la familia la que introduce
la fraternidad en el mundo.
La fraternidad en la familia
resplandece de modo especial cuando vemos el cuidado, la paciencia, el afecto con que se trata a
los hermanitos, hermanitas más débiles, al más pequeño enfermo o con discapacidad.
La Fraternidad
Cristiana
Los más pequeños, los más débiles, los más
pobres deben enternecernos; son nuestros hermanos y como tales tenemos que
amarlos y tratarlos. Cuando esto se da, los pobres son como de casa, la
fraternidad cristiana cobra vida.
Los cristianos vamos al encuentro
de los pobres y de los débiles no por una ideología, sino porque seguimos la
palabra y el ejemplo del Señor que nos dicen que todos somos hermanos. Este es
el principio del amor de Dios y de toda justicia entre los hombres.
Hoy más que nunca es necesario
volver a poner la fraternidad en el centro de nuestra sociedad. No privemos a
nuestras familias, con una actitud superficial, por sometimiento o miedo, de la belleza
de esta experiencia fraterna de hijos e hijas; descubramos la amplitud de horizonte
que la fe es capaz de sacar de esta experiencia, iluminados por la bendición de
Dios.
(cf. Catequesis Papa Francisco,
Catequesis de la familia, 18 de febrero de 2015)