Iniciamos
este nuevo año, y en nuestra catequesis de la familia de este mes reflexionamos
sobre la belleza del matrimonio cristiano.
El
matrimonio no es solo una ceremonia que se hace en la iglesia, con las flores, el
vestido, las fotos…El matrimonio cristiano es un sacramento, donde los novios al
expresar su consentimiento de unirse ante Dios, dan inicio a una nueva
comunidad familiar.
Inspirado
por el Espíritu Santo, San Pablo afirma que el amor entre los cónyuges es
imagen del amor entre Cristo y la Iglesia (Ef 5, 32). Una dignidad impensable.
Pero en realidad está inscrita en el
designio creador de Dios y con la gracia de Cristo, innumerables parejas
cristianas, incluso con sus límites y sus pecados la hacen realidad.
San
Pablo al hablar de la vida nueva en Cristo nos dice que: todos los cristianos
estamos llamados a amar como Cristo nos
amó, es decir “sumisos unos a otros” (Ef
5,21), lo que significa estar al servicio unos de otros. Aquí San Pablo
introduce la analogía entre la pareja marido-mujer y Cristo-Iglesia.
El marido –dice San Pablo- debe amar a
la mujer como cuerpo suyo (Ef 5,28)
amarla como Cristo “amó a su iglesia y se entregó a sí mismo por
ella”. Esta es la entrega total y absoluta que se le pide al hombre por el amor
y la dignidad de la mujer, siguiendo el ejemplo de Cristo. Esta semilla de
novedad evangélica, restablece el original plan de Dios en la reciprocidad de
la pareja, en la entrega y el respeto.
El sacramento del matrimonio es un
gran acto de fe y de amor. Es testimonio de la valentía de creer en la belleza
del acto creador de Dios y de vivir ese amor que impulsa a ir cada vez más allá,
más allá de sí mismo y también más allá
de la familia misma. Amar sin reservas y sin medida, con la gracia
de Cristo es la base del consentimiento que constituye el matrimonio.
La decisión de “casarse en el Señor”, le da al matrimonio cristiano una dimensión misionera, que significa tener en el corazón la disponibilidad de ser intermediarios de la bendición y de la gracia de Dios para todos. Esta es la manera en que los esposos cristianos participan en la misión de la Iglesia.
La celebración del sacramento del
matrimonio, implica la corresponsabilidad de la vida familiar y la misión de
amor de la Iglesia. La vida de la Iglesia se edifica con sus logros y sufre con
sus fracasos, se enriquece con la belleza de la alianza esponsal, así como se
empobrece cada vez que la misma se ve
desfigurada. La Iglesia para ofrecer los dones de la fe, la esperanza y el amor,
necesita de la valiente fidelidad de los esposos a la gracia de su sacramento.
El camino de los matrimonios y las
familias esta marcado para siempre, es el camino del amor: se ama como ama
Dios, para siempre. Cristo no cesa de cuidar a la iglesia: la ama siempre, la
cuida siempre. Cristo no cesa de quitar del rostro humano las manchas y las
arrugas de todo tipo.
Es conmovedora y muy bella esta
irradiación de la fuerza y la ternura de
Dios que se trasmite de pareja a pareja de familia a familia. San Pablo tiene
razón este es un “gran misterio”. Hombres y mujeres valientes para llevar este
tesoro en “vasijas de barro”, el matrimonio cristiano es un recurso esencial
para la iglesia y para todo el mundo.
Cfr. Audiencia del Papa Francisco 6 de
mayo del 2015